Astrid Erll y Ansgar Nünning (eds.), Cultural Memory Studies. An International and Interdisciplinary Handbook

Erll, Astrid y Ansgar Nünning (eds.). Cultural Memory Studies. An International and Interdisciplinary Handbook. Sara B. Young (en colaboración con). Berlin: Walter de Gruyter, 2008, (Media and Cultural Memory, 8) 441 pp.

 Reseña elaborada por Ivonne Sánchez Becerril, Universidad Nacional Autónoma de México

 A casi diez años de su publicación, Cultural Memory Studies. An International and Interdisciplinary Handbook, editado por Astrid Erll y Ansgar Nünning, se ha consolidado como un punto de referencia para los interesados en los estudios de la memoria, no sólo por su perfil de manual y su carácter didáctico, sino porque conjuga diversas perspectivas teórico-críticas en un solo volumen. Pese a ser el octavo volumen de la colección “Media and Cultural Memory” de la editorial Walter de Gruyter, se presenta como una cartografía introductoria que coincide con la publicación de otros libros que buscan ofrecer antologías teóricas de consulta como Theories of Memory: A Reader de Michael Rossington y Anne Whitehead (John Hopkins University Press, 2008); Memory: An Anthology de Harriet Harvey Wood y A.S. Byatt (Chato & Mindus, 2008), o más tarde, Memory. History, Theories, Debates de Susannah Redstone y Bill Schwarz (Frodham University Press, 2010) o the Collective Memory Reader de Jeffrey K. Olick, Veret Vinitzki-Seroussi y Daniel Ley (Oxford University Press, 2011); y que buscaban establecer marcos de referencia teórico-críticos para sobrepasar la línea que tenían los compendios de textos varios que tematizaban la memoria, como la antología de The Anathomy of Memory: An Anthology, editada por James McConkey y publicada por Oxford University Press en 1996, así como traspasar las barreras disciplinares. Es por ello que el compendio de Erll y Nünnig es obra de referencia obligada no sólo por la centralidad en los estudios de la memoria, sino porque logra tanto esbozar un mapa de las diferentes rutas para el estudio de la memoria, como poner en relieve los vasos comunicantes y conexiones entre ellas.

La introducción de Astrid Erll al libro es fundamental para hacer legible la multiplicidad de acercamientos, para ayudar a navegar de manera más convenientemente entre ellos, y dar unidad al libro; además, esclarece la terminología y abstrae conceptos de las diversas áreas de estudio para estabilizarlos y asentar puntos de referencia comunes. Sugiere, para efectos del libro, una comprensión amplia de la memoria cultural como “la interacción de presente y pasado en contextos socio-culturales” [traducción propia] (2); y concilia los diversos acercamientos disciplinares enfatizando que, siguiendo la afirmación de Alon Confino, no es la infinita diversidad de tópicos lo característico de los estudios sobre la memoria cultural sino la de sus conceptos, formas particulares de concebir temas y de aproximarse a los objetos de estudio (3). Tras plantear una comprensión de memoria cultural como punto de partida para los diversos estudios multidisciplinarios del libro, Erll delimita la procedencia, en disciplina y tradición, de la terminología empleada; por ejemplo, afirma que la noción de cultura que convoca el libro deberá entenderse en consonancia con la ciencia alemana de la cultura (Kulturwissenschaft) y con la antropología (en sus tres niveles antropológicos: material, social y mental).

El libro está dividido en seis partes que se vertebran en tensión diacrónico-sincrónica entre la historia de los estudios sobre la memoria y su ramificación. Lo anterior ofrece en la lectura práctica de los ensayos un constante revisitar de los antecedentes teóricos a los estudios de la memoria (M. Halbwachs, P. Nora, E. Durkheim, H. Bergson, F. Bartlett, L. Vigotsky) que permite tanto comprender como situar y dimensionar las nuevas aportaciones del volumen. La primera parte, “Lieux de mémoire-Sites of Memory”, se integra por cinco ensayos que dejan en claro esta organización del libro, pues el texto que inaugura la sección, “Loci memoriae-Lieux de mémoire” del académico holandés Pim de Boer (Universiteit Van Amsterdam), revisa históricamente las raíces de la metáfora de lugar de memoria en la tradición latina para identificar sus especificidades en Pierre Nora, para después ir planteando aproximaciones más específicas. El ensayo de Mario Isnenghi trabaja los lugares de memoria (luoghi della memoria) en Italia; el franco-alemán Jacques le Rider plantea a la Mitteleuropa (Europa Central) misma como un lugar de memoria en sí, y el historiador norteamericano Jay Winter compara los sitios de memoria de guerra del siglo XX. Este último estudia el vínculo de los sitios de memoria con el poder político y problematiza el negocio de la memoria. Además, enfatiza que los sitios de memoria no son sólo puntos de referencia para aquellos que sobrevivieron a los acontecimientos históricos, sino también para aquellos que nacieron mucho después. Por lo tanto, la memoria se convierte en una metáfora para la creación de narrativas sobre el pasado cuando desaparecen aquellos que cuentan con una experiencia directa durante los eventos. Así, los sitios de memoria inevitablemente se convierten en sitios de memoria de segundo orden, lugares donde la gente recuerda los recuerdos de los demás (62). Por lo que puede verse en la organización de la sección, el primer texto sirve de punto de partida para las diversificaciones demostradas por los demás capítulos; en particular, me parece que destaca en este conjunto el artículo de americanista alemán Udo J. Hebel, “Sites of memory in de U.S.-American Histories and Culture”, pues problematiza y replantea la noción del lugar de memoria con referencia a los giros teóricos de los estudios en EUA (el visual, performativo, virtual, transnacional), pues considera que proveen de una visión comprehensiva de la heterogeneidad discursiva y no discursiva las manifestaciones norteamericanas de la memoria, así como la competencia por la participación y autoridad conmemorativa en una sociedad que se concibe democrática y plural. En tanto analiza lugares visuales (visual sites), performances conmemorativos, exhibiciones materiales y la virturalización de los sitios de la memoria, el texto genera un vínculo con la última sección del libro.

La segunda sección (II. Memory and Cultural History), se centra en las aproximaciones a la memoria desde la historia cultural; el apartado se desplaza de los orígenes, la procedencia y los antecedentes del interés de la historia por la memoria al estudio de casos particulares. Se incluye en la sección el texto del historiador israelí-estadounidense Alon Confino sobre la historia de las mentalidades como precursora de los estudios de la memoria por sus afiliaciones intelectuales y metodológicas; y el del investigador de Heidelberg, Dietrich Harth, que rastrea el contexto de lo que él denomina la invención de la memoria cultural. El tercer capítulo, “Canon and Archive”, de dicha sección, es de la autoría de Aleida Assmann. Para hablar de las nociones convocadas por el título, la investigadora parte del planteamiento de la memoria como una dinámica y una interacción perpetua entre formas activas y pasivas del recuerdo y del olvido. El canon, en esa lógica, es la memoria activamente puesta en circulación que conserva el pasado como algo presente; mientras que el archivo es la memoria pasivamente resguardada que preserva al pasado como pasado. Por tanto, el canon, como memoria cultural operante, debe contar con tres cualidades: una selección que supone decisiones y luchas de poder, una adscripción de valor que confiere a los objetos aura y estatus, y una duración, objetivo central del procedimiento canonizante. Jan Assmann, en cambio, parte en su capítulo de los conceptos de “memoria social” (A. Warburg) y “memoria colectiva” (M. Halbwachs) para replantearlos junto con el de “memoria cultural”; considera esta última una especie de institución, pues es exteriorizada, cosificada y almacenada en formas simbólicas estables y situacionalmente trascendentes (110-111); al contrario, la “memoria comunicativa”, la otra modalidad de la memorica colectiva, según Assmann, no es ni institucional, ni formalizada; tampoco es cultivada, convocada o celebrada; se constituye en la interacción y comunicación cotidiana por lo que es de alcance limitado (un periodo de interacción de máximo 3 generaciones).

Jürgen Reulecke, a su vez, define los conceptos “generación”, “generacionalidad” y “generatividad” en el contexto de los estudios sobre la memoria. El trabajo de las académicas de la Universidad de Bologna, Vita Fortunati y Elena Lambertini, cierra la segunda sección con una serie de revisiones de prácticas internacionales e interdisciplinarias reales de memoria cultural.

La tercera parte del libro se titula “Estudios sociales, políticos y filosóficos de la memoria” (“Social, Political and Philosophical Memory Studies”). Los dos primeros textos de la sección tienen las contribuciones de Maurice Halbwachs como centro: para los investigadores franceses Jean-Christophe Marcel y Laurent Mucchielli, constituye una sociología fenomenológica sui generis (“Maurice Halbwachs’s mémoire collective“), y para el sociólogo estadounidense Jeffrey K. Olick, en “From Collective Memory to the Sociology of Mnemonic Practices and Products”, inician la sociología de las prácticas y productos mnemotécnicos. Mientras que los alemanes Andreas Langenohl (“Memory in Post-Authoritarian Societies”) y Erik Meyer (“Memory and Politics”) se centran en las relaciones memoria-política en contextos de transición –el primero para hablar de el rol que juega la memoria en la transición a la democracia en sociedades post-autoritarias (habla de tres olas de transición, la primera para los países de la segunda guerra mundial; la segunda, para las colonias europeas en África y Asia; y una tercera para los países latinoamericanos) ante la disyuntiva de una política pragmática y la moral jurídica que permita enfrentarse al problema de confrontar el pasado; el segundo para hablar de la “justicia transicional”, particularmente en el caso de Alemania.

Los capítulos de la socióloga italiano-alemana Elena Esposito (“Social Forgetting: A Systems-Theory Approach”), del filósofo y comunicólogo alemán Siegfried J. Schmid (“Memory and Remembrance: A Constructivist Approach”) y de la historiadora de la religiones y teóloga alemana Maureen Junker-Kenny (“Memory and Forgetting in Paul Ricoeur’s Theory of the Capable Self”) dialogan desde diversas perspectivas con los trabajos de Aleida y Jan Assmann de la sección anterior en tanto que se aproximan a la dinámica recuerdo-olvido de la memoria cultural (social o colectiva). Es importante destacar que Junker-Kenny retoma en su capítulo las aportaciones de Paul Ricœur, que no habían tenido tanto protagonismo hasta este momento en el volumen editado por Astrid Erll y Ansgar Nünning como las de Halbwachs y Nora.

Si bien la tercera parte del libro ya presenta en su configuración una más clara integración interdisciplinaria, sigue manteniendo una misma estructura, con artículos inaugurales más de carácter histórico para irse desplazando al estudio de casos particulares. Sin embargo, a partir de la cuarta sección del libro, dedicada a los estudios de la memoria desde la psicología (“Psichological Memory Studies”), los ensayos que las conforman se leen de forma más integral. Incluso llama la atención que la parte que cuenta con más textos escritos en colaboración entre dos autores sea la sección IV, con tres de siete. Asimismo, como también lo señala Erll, esta sección funge como un puente entre las ciencias duras, por un lado, y las ciencias sociales y las humanidades, por otro, pues tiene colaboraciones desde la neurolingüística hasta la psicología para ofrecer un interesante espectro de formas de pensar la memoria. Los textos del psicólogo social alemán Jürgen Straub (“Psychology, Narrative, and Cultural Memory: Past and Present”) y del académico alemán (multidisciplinario él mismo por su formación en sociología, psicología y filología) Harald Welzer (“Communicative Memory”), se centran, a partir de las categorías de Jan Assmann, en la relación entre narración de los recuerdos y la dimensión social de la memoria. A su vez, David Middleton (psicólogo clínico) y Steven D. Brown (psicólogo social y organizacional) (“Experience and Memory: Imaginary Futures in the Past”) muestran que no importa la experiencia tal como ocurrió sino la forma en que la construimos y reflexionamos sobre el posible desarrollo de nuestras vidas.

El texto de Wulf Kansteiner y Harald Weilnböck parece especialmente controversial, pues se opone al empleo del concepto de trauma cultural: “Against the Concept of Cultural Trauma”. Señalan que la metáfora del trauma cultural fue adoptada en un espíritu de colaboración multidisciplinaria y que paradójicamente, acusan, ayudó al re-enclaustramiento de los estudios culturales y literarios, así como al uso sin profundidad de la metáfora. David Manier y William Hirst en “A Cognitive Taxonomy of Collective Memories” y Hans J. Markowitsch en “Cultural Memory and the Neurosciences” explican a nivel cognitivo cómo se vinculan las memorias colectivas con las individuales. Gerald Echterhoff cierra la sección con “Language and Memory: Social and Cognitive Processes”.

La quinta sección está dedicada a la “Literatura y la Memoria Cultural”. Los dos primeros capítulos de la misma complementan y establecen un diálogo con el trabajo de Aleida Assmann (sobre canon y archivo), de la segunda sección. Renate Lachmann, en “Mnemonic and Intertextual Aspects of Literature”, retoma la ideas acerca de la copresencia de textos planteada por Gérard Genette en Palimpsestes para verla no sólo como vocablo que captura el intercambio y contacto, formal y semántico, entre textos literarios y no literarios; al contrario, postula al texto como espacio de escritura y reescritura de la memoria, un microespacio que connota el macroespacio de la memoria, ya sea que lo represente culturalmente o que constituya en sí a la cultura. Asimismo, recupera la visión de la literatura como recurso mnemotécnico. Por otro lado, Herbert Grabes en “Cultural Memory and the Literary Canon” parte de las cuestiones del canon que planteaba A. Assmann para abordar el caso concreto del canon literario y dejar en claro sus implicaciones y la centralidad de éste en los debates académicos de las últimas décadas; revisa críticamente las diversas lecturas del capital simbólico bourdesiano, las implicaciones políticas y educativas del canon en la academia anglosajona, así como sus comportamientos. Birgit Neumann, en “The Literary Representation of Memory”, hace una aproximación narratológica de la mímesis de la memoria, esto es, cómo son representados los procesos memorísticos en textos literarios. Max Saunders en “Life-Writing, Cultural Memory, and Literary Studies” revisa los vínculos más directos de literatura y memoria, esto es, como receptáculo; estudia la escritura de la vida en cartas, diarios, autobiografías, memorias y analiza cómo lo que registra la literatura como memoria sobrepasa estos géneros. Ann Rigney en “The Dynamics of Remembrance: Texts Between Monumentality and Morphing” pone en relieve el rol activo de la literatura como medio en el proceso de crear la memoria cultural. Por lo que el texto funge como transición con los artículos subsecuentes.

La sección que cierra el libro, se titula “Media and Cultural Memory”. Si seguimos el planteamiento de Martin Zierold en “Memory and Media Cultures”, los Media Studies podrían representar la futura vía más fructífera de desarrollo de los estudios de la memoria. En “The Texture Of Memory “Holocaust Memorials in History”, James E. Young, estudia las configuraciones, contextos y condensaciones político-históricas que conjugan los memoriales del Holocausto en Europa, Israel y Estados Unidos. Jens Ruchatz, por su parte, aborda la fotografía desde una perspectiva doble, como medio de externalización de la memoria y cómo trazo del pasado. Barbie Zelizer explora primero la problematización del vínculo entre el periodismo y la memoria (“Journalism’s Memory Work”), para después enfocarse en el abordaje de las características del mismo. Subraya cuándo y cómo la memoria proviene de elementos de contenido y cuando de la forma. Finalmente, Astrid Erll en “Literature, Film, and the Mediality of Cultural Memory” parte de una visión de la literatura y el cine como poderosos medios ficcionales de la memoria para plantearse qué es lo que hace que unos medios sean medios de la memoria y otros no. Para ello analiza ejemplos de representación bélica en el cine y la literatura: primero en una mirada intra-medial, esto es, la retórica; después, estudia las relaciones intermediales (las relaciones con otras representaciones), y finalmente, los contextos plurimediales, esto es, los campos en los que las novelas y filmes aparecen y ejercen influencia.

En resumen, el volumen cumple su papel de manual. En sí mismo propone, por ende, un canon interdisciplinario de los estudios de la memoria visto desde la tradición europea (particularmente franco-alemana, aún cuando hay colaboradores de Italia, Holanda y EUA).        Logra establecer contactos y conexión entre diversas disciplinas y metodologías, pero se ve mermado por lo reducido de los ejemplos, por la exclusión del diálogo con otros espacios y tradiciones académicas. Logra erigirse como el volumen más completo, de colaboradores con más renombre en los estudios de la memoria; cómo obra de referencia obligada y, aunque pierde de vista sus propios posicionamientos e implicaciones en tanto memoria (canon) académica, consolida un momento y contexto de los estudios sobre la memoria.