A partir de la década de 1980, en la historiografía, la sociología, la filosofía, la antropología, los estudios culturales y literarios, así como en las ciencias de la comunicación, se puede constatar un boom de investigaciones sobre la dimensión social de la memoria. Este auge inició con el rescate que Jan y Aleida Assmann efectuaron de los trabajos seminales de Maurice Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire (1925) y La mémoire collective (1950), así como de los ensayos de Walter Benjamin publicados ya sea en la década de 1930 o de forma póstuma y en que el crítico y filósofo alemán expuso sus reflexiones sobre recuerdo, memoria y rememoración. A diferencia de Henri Bergson en Matière y mémoire, Halbwachs y Benjamin destacaron la dimensión social de la memoria y de los procesos de rememoración. Por su parte, en Atlas Mnemosyne, el historiador del arte y de la cultura Aby Warburg (1929/2010) estableció un vínculo entre objetos de arte y la constitución de la memoria cultural.
Partiendo de estos trabajos pioneros, en las últimas tres décadas, investigadores como Jan Assmann (1988), Aleida Assmann ed. (1999/2006), Astrid Erll (2005/2011), Ann Rigney (2005), Astrid Erll y Ansgar Nünning, eds. (2008), Astrid Erll y Stephanie Wodianka eds. (2008) Astrid Erll y Ann Rigney, eds. (2009), Neiger et al., eds. (2011), Zelizer y Tenenboim-Weinblatt, eds. (2014), entre otros, han realizado estudios importantes sobre la memoria colectiva. Jan Assmann introdujo la distinción entre la memoria comunicativa y la cultural. Según el egiptólogo, para constituir la memoria colectiva, la primera se basa en la experiencia directa y se transmite por medio del discurso oral en la comunicación cotidiana; la segunda se sirve de diversos soportes, requiere de personas especializadas y surge después de tres generaciones. Al situarse en el marco de las ciencias de la cultura de cuño alemán (que dados sus inicios en el siglo XIX, tienen otros fundamentos que los estudios culturales anglosajones que se establecieron en el último tercio del siglo XX) y de las ciencias de la comunicación, Astrid Erll (2008a y b, 2005/2011, 2011 y 2012) no mantiene la distinción propuesta por Jan Assmann. Al contrario, incluye los relatos orales de rememoración así como las diversas formas de la memoria autobiográfica en la memoria cultural. Hace asimismo hincapié en la importancia de los diversos medios, soportes y formas de discurso (periodístico, historiográfico, biográfico, literario, audiovisual, etc.) para la constitución de la memoria cultural y para su dinamización, actualización y revisión. Por otro lado, aborda la transformación de representaciones ficcionales y no ficcionales en sitios de la memoria cuando se produce una recepción masiva por parte de los individuos que conforman una comunidad de rememoración, ya sea en los niveles regional, nacional o transnacional. El enfoque de Erll es útil también para abordar fenómenos como la articulación de resistencias y latencias de la memoria, así como la transmedialidad y el funcionamiento de procesos de rememoración en las diversas representaciones simbólicas (Seydel 2014a, b, d y en prensa). Pese a que el enfoque de Erll es muy sugerente y ya se cuenta con una traducción al castellano de su libro sistematizador Memoria colectiva y culturas del recuerdo (2012), elaborada en Colombia, éste se conoce, hasta la fecha, poco en México.
En el primer volumen colectivo La memoria cultural acerca de la Revolución mexicana, la Guerra cistera y el cardenismo. Aportes desde la cultura visual y las letras (en prensa) nos servimos particularmente de los conceptos de memoria cultural, remediatización y premediatización, así como de la noción de marcos socio-culturales y mediáticos que Erll, partiendo de los estudios de Halbwachs, propone para analizar la constitución dinámica de la memoria cultural.
Cabe señalar que Erll trae también a cuento las ideas de Walter Benjamin acerca de la memoria involuntaria y de las imágenes-recuerdo, sin embargo, no menciona la importancia que el filósofo y crítico literario alemán le confirió a la memoria épica. Benjamin (1935/1991) señaló en el famoso ensayo “El narrador” la importancia del discurso oral para la constitución de una memoria épica o bien, de una memoria de relatos escuchados (cf. Seydel 2014 d). Ya que en el segundo volumen colectivo, Memoria cultural y culturas de rememoración en América Latina, analizamos, entre otros temas, la constitución de la memoria cultural en los pueblos originarios de Latinoamérica, así como en los diversos grupos de los migrantes o en otros grupos marginados, nos parece particularmente importante el rescate de dicha propuesta benjaminiana. Ésta permite, justamente, analizar discursos de rememoración en colectivos de memoria que se basan ante todo en la tradición oral y recurren, ya sea a relatos orales de la memoria o a géneros musicales como los corridos para plasmar sus experiencias (Seydel, en prensa). Con respecto a los pueblos originarios, nuestros objetos de análisis son, no obstante, no sólo canciones creadas en los pueblos originarios, sus danzas y su tradición oral, sino también textos literarios que escritores provenientes de estos pueblos escribieron, por lo general, en ediciones bilingües, así como producciones audiovisuales, ya sea de los indígenas o en colaboración entre ellos y cineastas no indígenas. Este tipo de investigaciones es sumamente importante, ya que, por lo general, han sido los antropólogos que se han ocupado de la constitución de la memoria en los pueblos originarios; al contrario, en los estudios sobre memoria cultural, se han abordado sólo en casos excepcionales contextos poscoloniales, así como el legado de los pueblos que fueron colonizados por potencias europeas (Rothberg, 2013).
Por otro lado, el enfoque de Paul Ricœur (2000/2003) acerca de la memoria se distingue de los que se comentaron líneas atrás. Es, sin embargo, sumamente importante para comprender los procesos de rememoración dentro de un colectivo. El filósofo presenta tipologías de la memoria y del olvido, así como de los usos y abusos de la memoria. Propone abordar en este marco cuestiones como el duelo, la culpa, las implicaciones éticas de la rememoración, la justicia, la amnistía y el perdón. Diversos investigadores se han servido del aporte de Ricœur para estudiar la constitución de culturas de rememoración en periodos posdictatoriales, así como de posguerra (Huyssen, 2002 y 2005), pues el filósofo francés destacó la obligación de recordar a las víctimas y la importancia de la procuración de justicia. La impartición de justicia y la condena de los perpetradores son indispensables para llegar a una memoria apaciguada. Sólo así se posibilita que el tejido social, desgarrado por el trauma social ocasionado, a su vez, por políticas genocidas, la violencia de Estado, o bien, el narcotráfico y la guerra en su contra, se reconstruya (Ortega ed., 2011). Nos ocupamos de estos temas tanto en el mencionado segundo volumen colectivo como en los artículos para el número especial “La constitución dinámica de la memoria cultural: (re) mediatizaciones y prácticas estético-sociales” de la revista alter/nativas. Latin American Cultural Studies Journal.
Por otro lado, Didi-Huberman (2009/2012), ha señalado la importancia de vestigios y huellas, enfoque que es sumamente productivo, entre otros ámbitos, para el estudio de la memoria de los pueblos originarios y de la memoria de otros grupos sociales marginados, ya que los residuos y huellas nos remiten al pasado sin que necesariamente sea posible construir un relato coherente de rememoración acerca de ese pasado. Entre otros, en el arte y la literatura conceptualista latinoamericanas (Camnitzer, 2008), se ha experimentado con otras formas de articular la memoria y de responder a los contextos de violencia exacerbada (Rivera Garza ed., 2013).
De acuerdo con la hipótesis central de este proyecto, los estudios de la memoria son fundamentales en las diversas disciplinas académicas para acercarse a las mentalidades, así como a las identidades individuales y colectivas. Por otro lado, partimos de la hipótesis que los estudios de la memoria permiten explicar latencias y resistencias de la memoria y que los diversos medios posibilitan articular dichas latencias y resistencias, así como abrir espacios para poner a dialogar las diferentes formas de significar e interpretar el pasado.
El enfoque por medio del cual analizamos la conformación de culturas de rememoración, la constitución de la memoria cultural y las constantes remediatizaciones es transdisciplinario, sin dejar de vista que cada disciplina se acerca de un modo específico a estos fenómenos. Asimismo partimos del hecho de que cada discurso tiene características específicas y se rige por códigos propios. Por ello, cuando se analiza un texto literario, recurrimos también a enfoques de teoría y crítica literaria y en el momento de abordar una cinta documental nos basamos, entre otros, en estudios sobre la epistemología del cine documental.